Aunque el consenso es que fue la publicación de El Castillo de Otranto en 1764 la que marcó el inicio del género del terror tal y como lo conocemos ahora, tranquilamente nos podemos ir más atrás a la hora de seguir la cronología de cómo ha ido evolucionando el terror a lo largo de los siglos.
Dice la RAE que para que una obra literaria o cinematográfica pertenezca al género del terror ha de buscar causar miedo y angustia en el lector o espectador. Tal vez no conscientemente, pero historias que han provocado miedo o angustia en las personas se han dado desde que existe la comunicación propiamente dicha. ¿Acaso no ha habido toda la vida historias sobre qué hay más allá de la muerte, sobre dioses y demonios, sobre criaturas espeluznantes que acechan en la oscuridad? Obras con temáticas sobrenaturales las ha habido desde mucho antes que Otranto: de hecho, podríamos poner perfectamente el inicio del género a principios del siglo XIV con la publicación de La Divina Comedia de Dante, que nos ofrece una de las descripciones más vívidas sobre el infierno que nos ha regalado la literatura. Tampoco podemos olvidarnos del polémico Malleus Maleficarum, tratado sobre brujería que fue utilizado en la inquisición como base para cazar a supuestas brujas, o los fantasmas de Hamlet de Shakespeare, o el Paradise Lost de Milton.
Es un relato muy cortito, 24 páginas, en el que ambas amigas conversan sobre los sufrimientos que han padecido en vida y cómo no hay que preocuparse porque una vez crucemos al otro lado no solo estos sufrimientos cesarán, sino que nos abrirán las puertas al descanso eterno. Básicamente que Dios tiene un plan para nosotros, que nunca nos envía más de lo que podemos soportar y que hay que vivir con dignidad y aguantarlo todo para que podamos ir al cielo después, directrices que le serán más que familiares a los cristianos. Como historia de terror, más allá de la revelación de que la señora Veal era un fantasma, no tiene mucho más.
La versión gratuita que puede encontrarse en Gutenberg incluye un postfacio de autoría desconocida en la que se explica que Defoe escribió el relato como favor a un amigo suyo básicamente como publicidad de un texto religioso acerca de aceptar la muerte que se menciona varias veces en la historia, que hasta entonces no estaba vendiendo nada. Al parecer, la estrategia publicitaria funcionó a las mil maravillas.
Un texto curioso más por su valor histórico que por otra cosa al ser de las primeras historias de fantasmas registradas (y conservadas) en texto.
Que por cierto, el primo al que supuestamente debe visitar la señora Veal se llama Watson, y curiosamente en su conversación las dos amigas mencionan unos libros de un tal Dr. Sherlock... Cosas que te encuentras que te alegran el día.
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